jueves, 27 de febrero de 2014

Bruselas: imposible bajar impuestos


Mientras Rajoy prometía en el Estado de la Nación bajar impuestos para 2015 (año electoral), la Comisión Europea dejaba claro en Bruselas que era imposible: España tendrá que hacer un ajuste de 24.000 millones en 2015 (subiendo impuestos o con más recortes) para cumplir con el prometido recorte del déficit. A lo claro: si Rajoy baja algunos impuestos (IRPF), tendrá que subir otros o recortar a lo grande para bajar el déficit. Bruselas nos dio otra mala noticia: Rajoy no cumplió el objetivo del déficit en 2013 (ni en 2012), mientras disparaba la deuda pública un 30%. Toda su política estos dos años ha sido para bajar el déficit, a costa de una segunda recesión y de perder 1 millón de empleos. Y no baja, porque el país está parado y no se recauda. ¡Tantos sacrificios para nada¡ .Y encima, Bruselas quiere más recortes para 2015. Nos van a llevar a la tercera recesión. ¡Cambien ya de discurso¡
 
enrique ortega

La gran obsesión de Rajoy y de los fundamentalistas de Bruselas ha sido recortar el déficit, imponer la austeridad para salir de la crisis. Para lograrlo, este Gobierno impuso a los españoles un duro ajuste, elevando todos los impuestos (IRPF, IVA, autonómicos y locales) y recortando gastos drásticamente: en educación (-7.300 millones, con pérdida de 21.800 profesores, becas y ayudas de comedor, libros y transporte), en sanidad (-6.875 millones, más copago farmacéutico y de algunos servicios, disparando las listas de espera), servicios sociales y Dependencia (los dependientes graves atendidos se han reducido en 2.200 al mes desde 2011), recortes y despidos en la Administración (420.000 empleos públicos perdidos). Y aprobó en solitario una reforma laboral que, junto con la crisis, ha provocado una bajada de salarios (-10%) y gran precariedad laboral (más empleos temporales y a tiempo parcial). Y se han congelado las pensiones, mientras la mitad de los parados ya no cobra subsidios, con lo que han crecido la pobreza y la desigualdad.

Todo por bajar el déficit público. Una política que ha llevado a España a la segunda recesión: en 2011 habíamos salido de la primera recesión (2009-2010), creciendo +0,1%, pero con los ajustes de Rajoy, la economía entró en la segunda recesión, cayendo en 2012 (-1,6%) y 2013 (-1,2%). Y lo peor: gracias a esta política de austeridad, en dos años de Gobierno de Rajoy se han perdido más de un millón de empleos (-1.049.300).

Lo malo es que tanto sacrificio no ha valido para nada: España no cumplió el objetivo de déficit público en 2013, según señaló este martes la Comisión Europea. Quedó en el 6,7% del PIB (7,2% con las ayudas a la banca), frente al 6,5% prometido. Somos el país con más déficit de la eurozona, tras Irlanda (7,3%). Y es el segundo año consecutivo que Rajoy incumple: en 2012, el déficit acabó en el 6,7% (10,2% con ayudas a la banca), cuando el objetivo del Presupuesto y de Bruselas era dejarlo en el 5,3%. O sea que Rajoy ha puesto el país patas arriba, obligando a todos a grandes sacrificios, para nada. Esto ya se veía venir: si se aplica una política de impuestos y recortes, no hay consumo, no hay inversión, el país no crece y el Estado no recauda, con lo que el déficit no baja. Es el círculo vicioso de la austeridad.

Y como no se recorta el déficit, la deuda pública española crece: Rajoy la ha aumentado en 224.221 millones (+30,4%) en sus dos años de Gobierno y roza el billón de euros (961.555 millones, 20.629 euros por cada español). Prometió que la iba a bajar, pero ha subido y alcanza el 94,3% del PIB, el nivel más alto desde hace un siglo (1.909) y somos ya el 7º país con más deuda de Europa. Y Bruselas espera que crezca hasta alcanzar el 103,3% del PIB en 2015. El problema de deber mucho, como toda la Europa del sur, es doble: hay que pagar la deuda (36.616 millones en intereses en 2014, más que pagar a los parados) y nos hace muy vulnerables, porque dependemos de que nos financien otros, los mercados. Ahora están “tranquilos” (prima riesgo en 195 puntos), pero en cualquier momento pueden ponerse nerviosos y dejar de financiarnos o nos cobran más intereses por hacerlo. Y nos hunden.

En definitiva, toda la política de Rajoy estaba dirigida a recortar el déficit y la deuda y ambas crecen, mientras la economía está parada y tenemos casi 6 millones de parados. Mal balance, aunque no es el que hace el Gobierno. El problema ahora es que, forzado por las elecciones de 2015, Rajoy ha emprendido una huida hacia adelante y promete bajar impuestos, aunque de momento sólo ha hecho un “guiño electoral”: promete aumentar algunas deducciones familiares y que no declaren IRPF los que ganen menos de 12.000 euros. No dice que la mayoría de ellos no pagaban ya: la medida, si la aprueban, sólo beneficiará a 402.000 contribuyentes, según los técnicos de Hacienda (GESTHA), que se ahorrarán… 49 euros al año.

El problema es que Rajoy no tiene margen para bajar impuestos, como le ha recordado esta semana la Comisión Europea: si no mantienen las actuales subidas de impuestos (aprobadas para 2012,2013 y 2014), en 2015, el déficit será del  6,5%, en vez del 4,2% impuesto por Bruselas para España. O sea, que Rajoy tendrá que hacer un ajuste de 24.000 millones en 2015, aunque haya elecciones. Sólo tiene dos vías: hacer más recortes o subir impuestos. Y si baja el IRPF, el impuesto “que se nota” (o sociedades), tendrá que subir los que “no se notan tanto”: el IVA, los impuestos especiales (carburantes, alcohol, tabaco), tasas, impuestos autonómicos y locales… Porque tiene que recaudar más y gastar menos. Si no, no cumplimos con Bruselas.

Y aquí está el problema: si hay un nuevo ajuste en 2015, si la nueva Comisión nos impone rebajar tanto el déficit, hundirá la débil recuperación y España volverá a caer en recesión, la tercera de esta crisis. Es lo que pasó ya en 2012: hay que aprender del pasado. Y con un crecimiento negativo (otra vez), será imposible recortar tanto el déficit (otra vez).

Este es el grave problema que tenemos por delante, aunque los medios no hablen de ello, (sólo de que Rajoy bajará impuestos y que creceremos el doble este año): si Bruselas nos impone su austeridad en 2015, nos hunde. Por eso, el Gobierno debe presionar a la futura Comisión Europea para que suavice sus exigencias de déficit, para no matar la recuperación. Y, en paralelo, Rajoy debería dejar de hacer demagogia con los impuestos y explicar que España necesita recaudar más (no menos) para recortar el déficit (y la deuda) y poder financiar la recuperación del empleo y la inversión. Hace falta bajar impuestos a los que menos tienen, para reanimar el consumo, pero recaudando más a los ricos, multinacionales y grandes empresas. Porque las cuentas públicas no están para demagogias electorales.

En paralelo, España tiene que presionar a los futuros dirigentes europeos (es muy importante la Comisión que salga tras las elecciones de mayo) para que reanimen la débil economía europea y sobre todo, a los países del sur, poniendo en marcha un Plan Marshall europeo, con fondos centrados en infraestructuras, tecnología y empleo. Y tienen que aligerar el peso de la deuda a los países del sur, compartiendo (mutualizando) el problema: los países deberían traspasar su exceso de deuda (por encima del 60% del PIB) a un Fondo europeo que emitiría eurobonos, liberando del pago de estos intereses a los países más endeudados. Y además, el BCE debería dar liquidez y garantizar el crédito en toda Europa.

En España, el camino no es bajar impuestos sino reanimar la economía, hacer que crezca más, porque con el 1% que creceremos este año (según el Gobierno y la Comisión) sólo se van a crear 16.758 empleos, según la previsión de esta semana de Bruselas. Y 184.340 en 2015. Una miseria para un país con casi 6 millones de parados, más de la mitad con más de un año sin trabajar y sin cobrar subsidio. Hace falta que el Gobierno se ponga las pilas y se lance a reanimar la economía, con estímulos a la contratación (la tarifa plana de 100 euros es insuficiente), a la formación, a la inversión y a la exportación, relanzando como sea el crédito. Y hay que reanimar el consumo, bajando algunos impuestos y subiendo los salarios más bajos, empezando por el salario mínimo. Reanimar de verdad la economía, no anuncios electorales.

Y sobre todo, no volver a tropezar con la misma piedra, no admitir más ajustes inútiles que nos lleven a la tercera recesión. Lo diga Bruselas o Rajoy o ambos. Nos hundirían otra vez.

lunes, 24 de febrero de 2014

Las exportaciones se desinflan


El Gobierno Rajoy vuelve a echar las campanas al vuelo con las exportaciones, reiterando que han batido otro récord en 2013. Y es verdad. Pero no dicen que pierden fuerza: crecen poco desde el verano, cayeron en noviembre y en diciembre tuvieron el menor aumento desde 2008. Es normal, porque Europa, nuestro principal cliente, no creció en 2013 y el euro, convertido en la moneda más fuerte del mundo, nos quita ventas en EEUU, Rusia y países en desarrollo. Por todo ello, las exportaciones no han ayudado a la economía en la segunda mitad de 2013, como en los dos años y medio anteriores. Ahora, con Europa al ralentí, el euro fuerte y la crisis de países emergentes, resulta más difícil que las exportaciones nos ayuden a la recuperación. Por eso, es urgente reanimar la economía y el consumo en España: las exportaciones ya no podrán salvarnos en 2014. Bastante será que se mantengan.
 
enrique ortega

Las exportaciones crecen, pero menos: sólo un +0,8% en el cuarto trimestre, tras aumentar un 2,9% en diciembre (la menor subida ese mes desde 2008) y caer un -2,2% en noviembre . Y desde junio vienen creciendo por debajo del 4% (salvo septiembre). Además, están estancadas las exportaciones de dos regiones punteras (+0,1 Cataluña y +1,2% País Vasco), que suponen un tercio de nuestras ventas fuera. Con ello, en todo 2013 las exportaciones han crecido un 5,2%, casi igual que en 2012 (+5,1%), pero la tercera parte que en 2011 (+16,8%) y en 2012 (+15,2%). Y desde el verano, el pinchazo de las exportaciones ha hecho que no aporten nada de crecimiento a la economía, cuando el tirón del sector exterior fue quien salvó a España de una recesión más profunda  en los dos años y medio anteriores.

Las exportaciones se han desinflado en 2013 por dos motivos. Uno, por la recesión en Europa, que sólo ha crecido una décima, mientras la zona euro, donde están nuestros principales clientes (Francia, Alemania e Italia) caía un -0,4%. Y el otro, la fortaleza del euro, convertida en la moneda más fuerte del mundo por la depreciación del dólar, el yen y la libra, debido a que sus países han reanimado las economías con mucha liquidez. La consecuencia es que el euro se ha apreciado en 2013 un 4,16% frente al dólar, un 26,4% frente al yen y un 2,16% frente a la libra esterlina. A lo claro: los productos españoles son ese porcentaje más caros y la apreciación del euro se ha comido el sacrificio salarial de nuestros trabajadores.

Dicho esto, el sector exterior también presenta luces. Veamos tres datos esperanzadores.  Uno, que las exportaciones españolas son las que más han crecido de Europa en 2013 (un +5,2% frente al 1% de la UE28 y caídas del -1,6% en Francia, -0,2% en Alemania y -0,1% en Italia) y las terceras con más aumento del mundo, tras Japón y China. Segundo, que gracias a esto, España ha ganado cuota de mercado en el mundo (del 1,60% al 1,69%), saltando un puesto ( a Taiwán) en el ranking exportador mundial, donde ocupamos el 17º lugar. Y tres, que el déficit comercial (la diferencia entre lo que importamos y exportamos), se ha reducido a la mitad en 2013 (-15.995 millones de euros), aunque somos el quinto país europeo con más déficit comercial, tras Reino Unido (-78.600 millones de euros), Francia (-69.900 millones), Italia (-26.800 millones) y Grecia (-17.900 millones).

Ahora, falta ver qué hacen las exportaciones en 2014. El Gobierno anticipa que crecerán, pero algo menos que en 2013, con lo que su aportación al crecimiento de la economía será menor. Lo positivo es que se espera un mayor crecimiento de nuestros clientes europeos (+1,4% la UE28 y +1% los países euro), aunque la incógnita está en si se recuperan Francia e Italia, con serios problemas para crecer. Otro factor que puede ayudar es que el comercio mundial podría crecer más que en 2013, según las estimaciones de la OMC. Pero hay dos grandes incertidumbres: si se recuperarán los países emergentes (donde van un 23,5% de las exportaciones españolas, de ellas un 6,4% a Latinoamérica) y qué hará el euro, que sigue por encima de los 1,37 dólares, reforzado por inversores que huyen de los emergentes.

España tiene difícil aumentar el ritmo de sus exportaciones en 2014, aunque aún tiene margen para crecer: exportamos la mitad que Italia, con una economía similar, y porcentualmente menos que Bélgica y Holanda, economías mucho más pequeñas. El problema es que las exportaciones en España están muy concentradas en pocas empresas, sectores y regiones. Así, sólo 5.000 empresas concentran el 86% de las exportaciones españolas, que están también centradas en cinco sectores, que suponen un tercio de todas las ventas fuera: automóviles, componentes de automoción, combustibles, acero y farmaquímica. Y dos tercios de las exportaciones proceden de 5 regiones españolas (24,9 % Cataluña, 13% Madrid, 11,1% Andalucía, 10,1% Comunidad Valenciana y 8,8% el País Vasco), mientras las 12 autonomías restantes se benefician mucho menos de la exportación.

En definitiva, se trata de atraer a la exportación a un mayor número de empresas, sectores y regiones, para intentar que las ventas al extranjero no pierdan fuelle. Para ello, sería clave poner en marcha un Plan de choque que reanime las exportaciones, con dos medidas básicas: facilitar financiación suficiente (los exportadores se quejan de falta de crédito y avales) y más ayudas para la internacionalización de empresas, que han sido recortadas por el Gobierno Rajoy (el presupuesto del IBEX se ha reducido a la tercera parte desde 2007). Además, hay que facilitar la exportación, con más información, formación  y asesoramiento a las empresas (faltan oficinas comerciales en Latinoamérica y Asia), y con ayudas fiscales que se deberían articular con valentía en la próxima reforma impositiva.

No sólo hace falta que España tome medidas. Hoy por hoy, Bruselas y el BCE tienen en sus manos buena parte de las exportaciones españolas, ya que de ellos depende que la economía europea se recupere y se debilite el euro. Haría falta un Plan Marshall para reanimar la economía europea, además de reanimar el consumo en Alemania y la Europa del norte, lo que facilitaría nuestras exportaciones. Y aprobar una nueva “barra libre de liquidez”, incluso con compras de deuda (como EEUU), medidas que debilitarían al euro. Pero el BCE y Bruselas están paralizados por las elecciones de mayo y además no quieren  enfrentarse a Merkel y los países del Norte, que están cómodos así, porque crecen más y tienen poco paro, aunque sus exportaciones están cayendo.

Las exportaciones han salvado a España de una mayor recesión y una mayor pérdida de empleo en 2011, 2012 y primera mitad de 2013. Pero desde el verano han perdido fuelle y ya no pueden ser “la tabla de salvación de la economía”. Por eso es urgente que la actividad interna tome el relevo, de la mano del consumo y la inversión. Pero no se ve claro, sobre todo porque las familias tienen menos rentas (salarios a la baja, impuestos altos, pensiones congeladas y ayudas recortadas, con la mitad de los parados sin subsidio). Y sin apenas consumo, no hay ventas ni inversión, y apenas crecemos dentro.

Ese es el gran problema de España en 2014: que ya no vamos a crecer apenas por las exportaciones y que todavía no vamos a crecer apenas dentro, porque no hay consumo ni inversión. Y según un estudio del propio Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Hacienda), la demanda nacional no tirará hasta 2015. Un callejón sin salida, del que hay que salir como sea, combinando medidas para reanimar la economía dentro (con ayuda de Europa) y un Plan de choque para la exportación, para que no se desinfle más en 2014. Pero esto depende más del euro y del resto del mundo que de nosotros. Así que la clave está, sobre todo, en empezar a reanimar la economía y el consumo en España, en acabar con casi cuatro años de austeridad, que han dejado una economía paralizada. ¡Hay que reanimarla aquí ¡

jueves, 20 de febrero de 2014

Los viejos revolucionarán la economía


Hay barrios donde vemos muchas personas mayores. Hoy, un 17,7% de españoles tienen más de 64 años, pero los viejos serán uno de cada tres habitantes en 2050. Hasta ahora, sólo se insiste en los problemas que supondrá para España ser el país más envejecido del mundo, tras Japón: más gasto en pensiones, Sanidad, Dependencia y servicios sociales. Pero el envejecimiento del país supondrá también una revolución de la economía y sus empresas, que tendrán que adaptar productos y servicios para atender a ese tercio de consumidores mayores. Y será una oportunidad para nuevos negocios, ligados al consumo, el ahorro, la salud, la vivienda, el turismo, el ocio y el cuidado de los viejos. El problema es que los mayores tienen menos ingresos y muchos malviven con una economía de subsistencia. Y con un tercio del país consumiendo poco, será difícil crecer con fuerza y crear empleo estable.
 
enrique ortega

Europa es el continente más envejecido del mundo, por la caída de la natalidad y la mejora del nivel de vida y la salud. Ahora, España es el noveno país europeo con más viejos (17% población mayor de 64 años en 2010), por detrás de Italia (20,5%), Alemania (20,4%), Grecia (18,9%), Portugal (18%), Austria y Bélgica (17,6%), Suiza (17,5) y Finlandia (17,3%). Pero en cuatro décadas más, para 2050, España será el país más envejecido del mundo (35,7% de viejos), tras Japón (39,6% de mayores), según la OCDE. Y ese salto en el envejecimiento se debe a que, a partir de 2022, se jubilará la generación del “baby boom” (nacidos entre 1957 y 1977, una década después que en el resto de Europa).

España tenía a principios del siglo XX poco más de 1 millón de personas mayores (más 64 años), en 1975 ya eran 3,5 millones (10,5% del país) y en 2012 fueron 8,2 millones (17,7%). Pero el INE estima que serán 15,2 millones para 2052 (36,58% de la población). Y de ellos, casi la mitad tendrán más de 80 años: 6.509.732 personas (el 15,6% de los españoles).  Este fuerte envejecimiento de España tiene dos causas. Una, la demografía: la crisis de fecundidad de los años 80 y 90  ha reducido las mujeres en edad fértil, con lo que la tasa de natalidad española es la más baja de Europa (1,38 hijos por mujer, frente a 1,59 en UE 27, 1,94 en Reino Unido o 2,03 en Francia). Y la otra, el aumento de la esperanza de vida, por los avances sanitarios y la mejor calidad de vida: si en 1975, la esperanza de vida era de 70, 4 años (hombres) y 76,2 (mujeres), en 2012 era ya de 79,3 y 85,1 y para 2051 está previsto que los españoles vivan mucho más (86,88 años los hombres y 90,75 las mujeres).

En definitiva, más españoles viejos viviendo más años, sobre todo mujeres (10 por cada 7 hombres mayores hoy) y habitantes de Castilla y León (22,4% mayores hoy), Galicia (21,9%) y Asturias (21,8%), las más envejecidas, aunque 7 de cada 10 mayores viven en ciudades (1,4 millones en las 6 grandes capitales). La mitad de los viejos viven con su cónyuge, un 20% solos (1,7 millones, tres de cada cuatro mujeres) y el resto con su familia. Cara al futuro, el dato más importante es que, para 2051, los viejos vivirán después de jubilarse entre 19 años (hombres) y 23 años (mujeres), cuando en 1975 eran entre 7 y 13 años.

La preocupación de los Gobiernos es que van a tener que pagar las pensiones de estos mayores durante más años, con muchas menos personas trabajando (1,2 empleados por pensionista para 2050 frente a 1,9 hoy). Y que van a tener que sacar más recursos para afrontar el mayor gasto sanitario (el gasto sanitario de los mayores multiplica por 3,4 el del resto, según Sanidad) y la mayor factura para Dependencia y atención a los mayores, ya que un 46% necesitarán atención (el doble que ahora), según un estudio del CSIC.

Todo esto es cierto, pero también que el envejecimiento de España  está revolucionando, y lo hará aún más, la economía y las empresas. Y puede ser una oportunidad para crecer y crear productos y servicios nuevos, dirigidos a esa gran masa de consumidores mayores, uno de cada tres españoles en 2050. Eso obligará a la mayoría de empresas a reconvertir su oferta, centrando gran parte de sus productos y marketing en los mayores, con ofertas específicas: productos biosaludables, más pequeños y fáciles de transportar y abrir, con una tipografía grande, con calidad y precio ajustados a un consumidor exigente.

El envejecimiento de la población no sólo va a modificar los hábitos de consumo, sino también las finanzas, la vivienda, el turismo y el ocio, la salud, los medicamentos y la atención a los ancianos. De hecho, ya hay bancos (sobre todo Cajas) que se han volcado en captar el ahorro de los mayores, con abusos tan manifiestos como las preferentes. El hecho de que tres de cada cuatro ancianos vivan solos o con su cónyuge va a revolucionar el mercado de la vivienda (muchas se quedarán grandes) y fomentará la rehabilitación (casas sin ascensor, sin servicios adecuados a mayores, desde duchas  a accesos). Y disponer de mucho tiempo libre impulsará el turismo de la tercera edad (hoy sólo un 10% del turismo total) y el ocio, en especial el deporte, la cultura y la formación (es llamativo que un 87% de nuestros mayores no han superado los estudios primarios). Y sobre todo, impulsará la industria de la salud y del cuidado de ancianos, un nicho de empleo para este siglo.

Hasta ahora, el gasto en salud de los mayores es pequeño, porque utilizan básicamente la sanidad pública y porque los seguros médicos privados les penalizan (sólo 10% tiene una póliza privada). Pero con los recortes, las listas de espera y casi duplicarse los mayores, muchos serán futuros clientes de la sanidad privada, que crece imparable. Y tantos viejos aumentarán la demanda de medicamentos, potenciando la industria farmacéutica. Pero el gran salto se dará en la demanda para cuidar a los ancianos (los mayores de 80 años casi se triplicarán: de 2,4 millones hoy a 6,5 millones para 2052), un sector que podría crear un millón de empleos en los próximos años, según la patronal CEOE.

En definitiva, en unas décadas, uno de cada tres españoles será viejo pero consumirá productos y servicios, cambiando drásticamente el mapa económico. El  mayor problema es que los mayores ingresan menos y también gastan menos, lo que restará impulso al crecimiento del país y al empleo. Por un lado, los ingresos de los mayores son un 25% inferior a los del resto, según distintas estimaciones, porque la mayoría viven de una pensión baja, muy inferior a los sueldos: la pensión media es de 864 euros (un 65% de la europea), pero 4 de cada 10 jubilaciones son menores de 645 euros y lo mismo 2 de cada 3 pensiones de viudedad. Y un 63,4% de jubilados (y el 90% de las viudas) ganan menos de 1.000 euros al mes. Con eso, aunque la mayoría tengan la casa pagada, poco pueden gastar: en general, gastan un 20% menos que los demás españoles y centran su consumo en alimentos, gastos de vivienda y salud (medicamentos), donde gastan más, según el INE.

España debe prepararse para el gran cambio: ser un país envejecido. Y no sólo con recortes a las pensiones, al gasto farmacéutico, a la sanidad o a la Dependencia, como ha hecho el Gobierno Rajoy. Es una auténtica revolución económica, que obligará a modificar la estructura de ingresos y gastos públicos, pero también la estructura empresarial y de servicios, para hacer frente a esta nueva demanda, diferente a la actual. Y si sabemos que el consumo es el principal motor del crecimiento, tendremos que preocuparnos porque un tercio de ese consumo pase a unos españoles que viven con menos y gastan menos, muchos con una economía de subsistencia. Por eso, seguir recortando las pensiones y las ayudas a los mayores es empobrecerlos y a la vez, tirar piedras contra nuestro  crecimiento futuro.

Vamos a ser más viejos, es un hecho anunciado. Habría que prepararse desde hoy, mejorando las pensiones e ingresos de los mayores del futuro, para que ayuden con su gasto a sostener una economía que estará mucho más en sus manos. Para eso, hay que crecer más ahora, reforzar ingresos y cotizaciones, para sacar a los mayores de su economía de subsistencia. Y también, ahorrar desde jóvenes, para que la tercera edad no sea peor. Si no, nuestros mayores malvivirán y la economía y el empleo futuros se resentirán. Sin remedio.

lunes, 17 de febrero de 2014

Europa y BCE, paralizados hasta las elecciones


España se la juega en Europa, pero ni Bruselas ni Alemania quieren tomar medidas para reanimar la lenta recuperación del continente ni el grave desempleo en España y la Europa del sur. El BCE no se atreve a bajar tipos y dar más liquidez y crédito a la economía (como EEUU), aunque la inflación está por los suelos y el euro fuerte frena las exportaciones. Alemania y la Europa del norte están cómodos con la situación, porque crecen  algo más y tienen poco paro. No quieren hacer nada hasta que pasen las elecciones de mayo, porque temen que sus electores les castiguen si toman medidas (costosas)  para reanimar la economía europea, sobre todo el estancado sur. Mientras, Europa es la zona del mundo que menos crece, tiene el mayor paro desde la postguerra mundial y en el sur siguen los recortes, el paro y la pobreza. Un caldo de cultivo nefasto para votar en mayo a las europeas.
enrique ortega

Europa no acaba de despegar, tras salir el verano pasado de la segunda recesión en esta crisis. Es el continente que menos crece: prácticamente nada (0,1%) en 2013 (frente a +1,9% EEUU, +1,7% Japón y +4,7% los países en desarrollo). Y tiene un nivel de paro histórico, el más alto en Europa desde la postguerra mundial: 10,7% en UE-28 y 12% en la zona euro (7,7% en 2008), aunque en Alemania sea sólo del 5,1%. Y el problema es que para 2014 se espera una recuperación muy débil: crecer el 1,1% (1% dice el FMI), mientras EEUU espera crecer un 3%, Japón el 1,7% y los países en desarrollo un 5,1%. Y dos países clave están “tocados”: Francia, la segunda economía del continente está creciendo en 2014 sólo un 0,2%, en tanto Italia, la tercera, espera crecer este año sólo un 0,6%mientras se temen convulsiones en los mercados por la penúltima crisis política italiana, tras la dimisión de Letta.

No es sólo que Europa crezca poco. Además, se le acumulan los problemas. Por un lado, no hay apenas crédito (cayó un 2,3% en 2013) y además, hay grandes diferencias entre el norte y el sur: las empresas españolas pagan el doble por un crédito que las alemanas (6% frente al 3%). La economía está tan parada que apenas hay consumo y por eso, la inflación está por los suelos (0,7% en enero), con riesgo de deflación (bajada de precios), algo que hundiría más a las empresas, el crecimiento y el empleo. Y fortalecería más al euro, que sigue disparado (por encima de 1,37 €/dólar), debilitando las exportaciones, la válvula de escape de muchos países (España). Y encima, la crisis de las divisas de países emergentes refuerza  al euro y dificulta aún más las exportaciones, frenando el débil crecimiento esperado.

Por si fuera poco, Europa sigue sin resolver el grave problema de los países rescatados . La propia Eurocámara acaba de culpar a la troika (Comisión, BCE y FMI) de "haber agravado su paro y su pobreza"Grecia parece necesitar un tercer rescate, a cambio de más ajustes que le hundirán más en la recesión (crecen las voces a favor de su salida temporal del euro, como única solución). Portugal, con su economía hundida, puede necesitar también más préstamos, mientras Irlanda mejora por el peso de las multinacionales que no pagan impuestos, pero con el resto de su economía en grave crisis y un 25% de empleo precario (minijobs). De Chipre y Eslovenia, con economías quebradas, ni se habla. Y España, a la que alaban sus “reformas” (recortes), ha salido de la crisis pero sigue estancada: apenas crecemos, no hay consumo, seguimos muy endeudados, no hay crédito, no se crea apenas empleo y crece la pobreza y la desigualdad.

A punto de cumplirse, en mayo, cuatro años de la política europea de austeridad, impulsada por Merkel y los fundamentalistas de Bruselas, el balance es un continente estancado y una Europa del sur con graves problemas, de bajísimo crecimiento, mucha deuda y mucho paro (28 % en Grecia, 26% en España o 15,4% en Portugal frente a 5,1% en Alemania), que necesita con urgencia estímulos para salir con más fuerza de la recesión: con el crecimiento previsto  para 2014 (0,6-0,9%), España sólo crearía 60.000 empleos netos, según el BBVA, para casi 6 millones de españoles sin trabajo. Un drama.

Europa está paralizada, mirando de reojo a Italia. El sur desespera, mientras Alemania y los países del norte está cómodos, con más crecimiento (bajo: Alemania creció 0,4% en 2013 y  espera +1,7% en 2014), poco paro y sin deudas. Y en medio, el BCE lleva año y medio sin tomar medidas (salvo bajar tipos en noviembre, al 0,25%), después de que en julio de 2012 salvara al euro (y a España: no Rajoy) anunciando que tomaría medidas si hacía falta para dar liquidez a Europa (como EEUU), algo que no ha llegado a hacer.

El BCE puede y debe tomar medidas para reanimar la economía europea y facilitar que la Europa del sur crezca más y cree más empleo. La primera, bajar los tipos, aunque sólo sea del 0,25 al 0% (como los tiene EEUU), una medida más “escaparate” (como mensaje a los mercados) que efectiva. Más efecto tendría una nueva “barra de liquidez”, facilitar dinero barato a los bancos europeos, como en 2012, pero a cambio de compromisos para que lo destinen a dar préstamos y no a comprar deuda pública. Otra medida podría ser la compra de deuda pública en el mercado secundario, para dar liquidez (como hace Estados Unidos desde 2009, ahora reduciéndolo), algo a lo que se opone Alemania (sería una “redistribución de la riqueza”, dice el Tribunal Constitucional alemán: ¡pues claro¡ ). Y sobre todo, tomar medidas efectivas para que el dinero cueste lo mismo en toda Europa.

Si se facilita la liquidez y el crédito, sobre todo en el sur, Europa crecerá más. Pero necesita además otro empujón de Bruselas, con un Plan Marshall europeo lanzado por la Comisión Europea, que fomente inversiones productivas en los países del sur, con los fondos estructurales y de cohesión, centradas además en planes de formación y de empleo juvenil más ambiciosos que el aprobado en 2013 (y no puesto en marcha por Rajoy, para no subir el déficit) .

En paralelo a este necesario “empujón europeo”, España debería poner en marcha un Plan de urgencia contra el paro, centrado en un ambicioso programa de formación para parados y en políticas activas de empleo, con potentes incentivos para la contratación de jóvenes, mujeres y mayores de 45 años. Además, un Plan para reanimar la actividad en sectores clave (industria, turismo, exportadores, nuevas tecnologías), junto a una mejora de ingresos que facilite el consumo: subida del salario mínimo (como Merkel y Obama), ayudas a parados que no cobran subsidio, rebajas fiscales a las rentas más bajas, mejoras salariales ligadas a la productividad, ayudas para la renegociación de hipotecas y un Plan contra la pobreza. Todo ello supondría más gasto público, que podría compensarse con mayores ingresos fiscales (por lucha contra el fraude y más recaudación a ricos y grandes empresas, además del aumento de ingresos derivado del mayor crecimiento y empleo conseguidos).

España poco puede hacer sola, si el BCE y Bruselas no ayudan reanimando la economía europea. Pero no parece que estén por la labor y menos antes de las elecciones europeas de mayo. Draghi (BCE) no se atreve a actuar por temor a Alemania, donde Merkel evita proponer un mayor gasto en Europa, por ideología y por temor a que sus votantes piensen que les tocará pagarlo. Y además, su situación económica le permite esperar y ver. Pero el sur, y sobre todo España (con más del doble de paro que Europa) no puede esperar más. Urge un golpe de timón en Europa, acabar con una austeridad suicida y avanzar por otro camino, el de reanimar la economía: EEUU lo tomó en 2009 y han creado ya 8 millones de empleos.

Si el BCE, Bruselas y Alemania no toman medidas, Europa seguirá a la cola del mundo y el sur seguirá languideciendo el resto de la década, con tasas de paro insoportables al menos hasta 2018, según el FMI. Con más pobreza y desigualdad, con dos Europas cada vez más distantes. Y con más desencanto ante la política y ante las instituciones europeas. Si no toman medidas urgentes, en estas elecciones ganarán los radicales y euroescépticos. Necesitamos soluciones desde Europa, no ajustes ni doctrinas. Si no se ponen las pilas y actúan, para reanimar la economía y crear empleo de verdad, no se quejen de los resultados de las elecciones de mayo. Votemos en consecuencia.